miércoles, 31 de diciembre de 2014

Retrospectiva 2014.

 Otro año que se va.
 Qué puedo decir? Si hago un "análisis" del mismo, o al menos recordar algunos de los momentos que más recuerdo o me marcaron, la mayoría no fueron momentos gratificantes o... felices. 
 Aunque no fue así desde el primer momento de estos 365 días. 

 Al principio fue como una clásica bienvenida de año, creo yo, con celebraciones nuevas y otras que ya veníamos teniendo desde hace varios años. También dejamos de festejar otras, porque ya no tenían su propósito, si a quien se homenajeaba ya no estaba físicamente entre nosotros y su ausencia genera, hasta el día de hoy, cierto dolor que todos sabemos (y ni siquiera yo puedo negar) nos va a acompañar hasta el fin de nuestros días.

 Esto último hacía un tiempo que lamentablemente lo tenía asumido; dolores como estos no se van con facilidad. Inclusive nos acompañan toda la vida. Recién vamos a cumplir los tres años, aunque yo siento que de ese día pasaron décadas. Uno tiene que crecer, o madurar, de golpe por cosas como esas. Para ayudar, proteger, y darle fuerza a los tuyos; ya que ellos lamentablemente no pueden levantarse solos de un golpe que, aunque estaba escrito y no fuese inevitable, sigue siendo duro y demoledor.

 A pesar de todo; uno intenta apartar el dolor propio por los demás. En mi caso y en esta situación en particular de la cual vengo relatando, hice a un lado lo que yo sentía sobre esto y lo dejé en el fondo, bien en el fondo. Aunque no era algo demasiado pesado a comparación del resto de la gente que me rodeaba. 
 Los días siguieron transcurriendo a su ritmo, normales, dentro de lo que cada persona toma como normal. Mis días eran tranquilos, estaba relajada y segura. Las cosas empezaban a acomodarse lentamente, pero con fuerza y mucha dedicación. 



 El verano? No muy caluroso, pero intenso; pero no tanto como el año que se me estaba por venir encima. Caía en picada y directamente sobre mi cabeza. Y amenazaba con explotar.





 Marzo. Uno de esos meses que uno detesta por el simple hecho de ser cuando toda la rutina vuelve a comenzar, o al menos, para los que están estudiando. Las fiestas, las fotos con amigas, todo eso venía con el paquete. Y yo estaba más que agradecida por eso. 

 Supe desde el año anterior que mi próximo año no iba a ser el mismo. Ese grupo que había formado, que había permanecido tantos años a base de amor y confianza, que en los últimos años inclusive había crecido, iba a fragmentarse. Creo que no fue hasta dos noches antes de que todo iniciara de nuevo, que no caí en lo mal que me hacía eso. Ver que siempre, para alguna situación, alguien iba a faltar. Claramente, y con el paso de los meses, no me equivoqué. Por más de que nuestra amistad era intacta, ya habíamos perdido momentos que no íbamos a poder recuperar.

 Adaptándome a un nuevo curso, donde parecíamos dos mitades que se desconocían y tenían que familiarizarse para poder finalmente unirse, mi cuerpo obtuvo una primer marca permanente. Por simple gusto y significado; quedó plasmada. Lo que no sabía era que tiempo después iba a pensar que no me había hecho eso por mera casualidad.


Creo que puedo asegurar que en esta instancia de mi año, la vida no me sonreía, pero no me era indiferente. Con las fiestas, las amistades y sonrisas multiplicadas en una cantidad que tal vez no me esperaba; mi vida era prácticamente la que yo esperaba que fuese.



 Ya casi entrando en la mitad de mi año, me había adaptado a convivir con mis "nuevos" compañeros. Cada uno tenía sus cosas obviamente, pero me encantaba ver como nos relacionábamos, como de a poco nos empezábamos a volver más unidos. Empecé a darme cuenta que esa pequeña separación que había tenido con algunos de mis amigos, con los que ya no compartía horas de clase, me había servido para intentar relacionarme con más personas. Algo que nunca se me dió bien pero lo hacía lo mejor que podía, y estaba conforme con eso.


 Junio. Ese mes fatídico y tan fugaz que creo que nunca lo vi venir. Más cumpleaños, más momentos con amigos. Creo que todo esto me sirvió de "distracción" para no poder prever con total atención lo que se me venía encima.



Pistas. Cosas que, ahora que me pongo a pensar, siempre estuvieron ahí, y no supe darme cuenta a tiempo, no supe verlas. Cosas que, de haber estado completamente concentrada en ellas, me habrían hecho pensar y pedir ayuda frente a una situación que poco a poco me iba a superar, tanto física como emocional y mentalmente.





 Para final de este extraño, rápido e inexplicable mes, me había dado cuenta de algo. Por más de que no estuviese segura en concreto de lo que se venía (o tal vez sí, aunque la idea probablemente me parecía tan impensada que la descarté al segundo), sabía que algo raro pasaba a mi alrededor. Algo de lo que no me estaba enterando, o de lo que sabía a medias. Pero algo malo, de eso estaba casi convencida.



 Los primeros días de julio los disfruté. Realmente lo hice. Creo que a mediados de ese mes, por mi cumpleaños más o menos, sentí que las cosas empeoraban; pero, qué pasaba?  Todavía no lo sabía.




 Entonces, en ese momento, las cosas se empezaron a desplomar. Qué podía hacer? Estaba entrando en desesperación conmigo misma, las chicas no estaban ahí para darme una mano, estaban en la otra punta del continente, literalmente hablando. Y mis amigas que habían quedado acá... no me sentía segura hablando todavía. Sentía que una sola palabra en voz alta me iba a romper en pedazos y me iba a hacer explotar. Por suerte (y acá pido disculpas por la foto claramente cortada, pero era esto o nada; y no puedo mentir al decir que no formó parte de mi historia cuando sí lo hizo) apareció esa persona a la que llamo y quiero como un mejor amigo. Me acompañó, a su manera, por esos días caóticos, de crisis, donde no sabía ni yo misma donde estaba parada; ni cómo podía seguir adelante. Él sabe que no me alcanza la vida para devolverle el favor. 

 Todo empezó a ceder, y a ceder, y a ceder. Para peor claro está. Empezaron los días donde me la pasaba caminando de acá para allá en los pasillos del hospital; esos días donde para mi ya se había vuelto rutina la sensación de querer pegarle a la gente de seguridad por no dejarme pasar cuando la ansiedad me mataba. Días donde sentí que no tenía a mi guía, a mi ancla. La persona que me daba seguridad, que me daba cariño infinito estaba postrada en una cama de hospital. Ahora yo era su ancla, su guía. Y me desesperaba cometer un simple error. Días donde pensaba cosas que, de haber sido realmente yo, la misma Camm de siempre, jamás se me hubiesen pasado por la cabeza con tanta intensidad. Se podría decir que por fuera era Camm. Yo. Pero por dentro era alguien que pedía, suplicaba que todo parara, que ella no merecía eso. Que se guardaba todo el dolor para ella; para expresarlo sólo en soledad. Estaba cansada, de todo; inclusive de mi misma.

 A pesar del dolor que mataba, tenía que seguir (o intentar al menos), seguir con mi vida. Estudiar, estar con amigos. En esos días me sentía un tanto perdida, mi rutina estaba partida al medio; por lo que tuve que empezar a pensar en nuevas posibilidades para manejarme en el día a día. Por suerte, ahí fue donde la cercanía con ese hombre que desde chica me daba todos los gustos, que me mimaba y se deslomaba trabajando para darme un buen futuro, se intensificó. Una noche llegué a casa y colapsé; lloré todo lo que nunca había llorado antes, en todo ese tiempo. Me abrazó y lloramos juntos. Las cosas que nos dijimos esa noche siempre las voy a recordar; sentía que volvía a estar protegida.

 Las personas que tanto esperaba volvieron, y con ellas una breve explicación de lo que había pasado. Digo breve porque creo que en ese momento no creo que podría haber contado demasiado sin quebrarme, era todo una herida abierta, de la que salía sangre en cantidades. Por suerte, en esos días tuve a la gente que más quiero a mi lado, dándome su apoyo. 

  Las semanas pasaron, ella había salido de ese edificio que en menos de cinco años de luchas nos había visto tantas veces por sus pasillos. Mostraba evolución, pero todo era un proceso muy, muy lento. No fue rápido como al momento en que su cuerpo se vino abajo. Mi familia, a pesar de que yo siempre intenté ocultar lo que sentía con la situación presente, me alentó a viajar; a darme un respiro. Me convencieron de ir a ese viaje al que por un momento decidí que no quería hacer, por miedo a dejarla sola en el peor momento. Fui; y tuve esa sensación que hacía meses no tenía. Era yo; lo sentía. De a poco se me hacía más fácil reírme, disfrutar, darme ese respiro que necesitaba al estar tanto tiempo al borde de los colapsos. Dejar por unos días el caos para volver a vivir con la edad que realmente tengo, eso era lo que me faltaba.



 Después de los momentos de angustia, de estrés, pero sobretodo de lucha, decidí marcarme una vez más. Una frase con tantos significados para mi, para mi vida; una marca más que representa una parte de mi vida, una historia que todavía no está cerrada.





 Y acá estoy; contando mi año, mi complicada historia. Cada día vuelvo a ser un poquito más yo; cada día que la veo mejorar, porque ahí está ella, luchando, peleando y mejorando día a día. Y ahí estoy yo, de pie a su lado, para sujetarla si vuelve a caer alguna vez. Porque con todo el amor que recibí de mis amigos, de mi familia, pude sacar fuerzas de hasta donde no sabía que tenía. Sé que la próxima vez no voy a fallar, no voy a errar. 
 Y qué puedo decirle a la vida? Esa que me trajo todas y cada una de las mierdas que se le ocurrió traerme, que me hizo sufrir cada día como si fueran años...
 Que acá estoy, esperando, porque si tiene más para mi, yo la espero. Estoy completamente segura de que esto no terminó acá, es un año más de los que me faltan por vivir; pero sin dudas me sirvó de experiencia, para hacerle frente a lo que tenga que venir, por más fuerte y destructivo que sea.

 Estoy preparada para el 2015 que se viene, que siento desde ahora que va a venir cargado de sorpresas.